SíGUEME Y ADELANTE

7 de septiembre de 2018

COPA DEL MIEDO

Yo vengo con mi nombre Ernesto,
yo vengo con el musgo
en mis pulmones,
con la llaga de mi corazón
en alerta
a tomar el pulso de la noche
en mis diástoles y sístoles
para beber alucinado
sus líquidos,
su tanta y tanta
nocturnidad y mis insomnios.

Pero el miedo escancia sus líquidos,
bajo el ceibo del ahorcado
y en las venas de la yagruma
va marcada la ruta de la noche
en sus infinitos laberintos.
.¿Cuántos no hemos
bebido sus jornadas
de amianto insomne?
¿Cuántos no hemos
rendido a la noche,
en la apoteosis de la primavera,
nuestras rebanadas de inocencia?


INFANCIA CÓMPLICE
Siempre hay un momento en la infancia,
      cuando la puerta se abre y deja al futuro salir”
                                                  (Graham Greene)
Ah, ¡qué sutil el tiempo en desbandada!
¡Que increíblemente sutil aquellas noches,
el poste de la luz eléctrica como base
de los juegos a los escondidos!
¡Las danzas infantiles con las primas!
¿Qué fue de aquellas calles de tierra o fango?
¿Aquellas zanjas de aguas negras
por donde un barquillo de papel surcaba
una ruta de verdes "mazamorras"
separadas con una delgada rama
a fin de que avanzará hacia su destino
sin impedimento alguno?
¿Y la pequeña fuente donde los patos
refrescaban sus plumas del calor?
Los ladridos de Jalisco asustando las palomas
¿Dónde han ido?
Las voces bullangueras
que pregonaban el carbón o la carioca,
las flores de la boda o de la muerte.
¿Se escuchan todavía?
Yo que recuesto la cabeza a la corteza de los años.
Yo que converso con mi sombra y le pregunto.
Yo que me muestro ante el espejo como nunca soy.
Que vestí como César el traje de mañana.
Que me angustio ante el beso que nunca le robé a Clarita
y ahora lo duermo entre los pliegues del recuerdo.
Voy ayunando la nostalgia, voy considerando los pasos
por esos territorio, a solas, con mis hermanos escondidos en sus rincones para que no los encuentre
y se van -se marchan en la barca de Caronte.
La voz de padre llamándome.
¡A dormir que se hace tarde!
y madre.  ¡Abrígate hijo que hace frío!
Y yo detrás de Antonio el loco 
que no veía más que musarañas delante de sus ojos.
¿Qué fue de aquel tiempo de la infancia?
¿Acaso lo llevamos aún  en nuestros lomos?
¿Enemigablemente nuestro? 
¿O ha quedado prendido para siempre 
en aquella cerca de alambre
que divide en dos y para nunca, 
la memoria de la infancia cómplice?